Un café con Javier Ojeda

Su música nunca fue invisible. Su danza tampoco. De hecho, reconoce que tiene una forma muy peculiar de bailar; peculiar y auténtica como la música que defiende en directo y para la que el cantante, compositor y músico Javier Ojeda pide más espacio en Málaga.

Llega a Café Central, donde le aguarda el equipo de Ciudad con Alma, después fotografiarse prácticamente con todos sus camareros y buena parte de la clientela. Javier Ojeda es muy querido.

Dice que no toma café por la tarde. Solo se lo permite por la mañana: uno largo. La tarde se la reserva para el té. Un curioso detalle ‘british’ teniendo en cuenta que su madre es profesora de Inglés y asegura deberle a ella el dominio de este idioma.

Otra cosa es la música, cuya dedicación no es tan genética ni inculcada. No viene de familia de músicos y lo manifiesta abiertamente. Lo que está claro es que le apasiona. “Si junto todos los discos físicos que tengo, hay más de 10.000”, confiesa.

Es un icono del pop-rock indiscutible. “La frontera entre el pop y el rock está diluida”, afirma. Al final, la música pop es una contracción de ‘popular music’, nos recuerda Ojeda. ¿Y quién no ha cantado alguna vez aquello de ‘labios de fresa, sabor de amor’?, por citar alguna de sus letras más conocidas y extendidas con la banda Danza Invisible.

Pero, ¿qué es el éxito? Para Javier, no hay fórmulas. Pero está convencido de que la música tiene que ser auténtica. Buscar el éxito en una melodía con la que no te sientes identificado es un error. “El hortera detecta cuando no das con uno de ellos y te castiga con el mayor de los olvidos”, sentencia.

Auténtica es también su amistad con sus compañeros de Danza, con los que sigue tocando y compagina uno de los momentos más dulces de su carrera. “Este año, voy a batir récord de conciertos, con 87”, manifiesta sonriente tras darle un sorbo a su taza de té.

Acaba, además, de presentar trabajo en solitario: ‘Días de vino y cosas’, un EP en el que se sumerge en el ‘rhythm & blues’ americano y deja clara la absoluta libertad musical de ese aquel niño del barrio de La Paz al que, 35 años después de triunfar y mantener su triunfo en la música, le sigue pareciendo un sueño subirse al escenario.

No le gusta hablar de industria musical. Cree que es un término fruto de la devaluación de lo que más ama: la música, y que cree que resultó afectada cuando pasó a convertirse en un mero negocio.

¿Concursos musicales? No los demoniza, pero hasta la tele ha contribuido a esa devaluación de la que habla. “Seguimos viendo los 80 como la etapa dorada. Ahora es imposible ver a los creadores, a los intérpretes originales”, lamenta. “Solo veo a solistas agraciados”, añade. Y claro, “a pesar del poder que tiene internet, el ‘prime time’ sigue mandando”, concluye.

Más allá de los espacios televisivos, lo que le falta a los músicos es -directamente y a secas- espacio, en opinión del icono malagueño. “Necesitamos más sitios para tocar en el centro” y se refiere con ello directamente a su Málaga: su ciudad, la ciudad que le ama y de la que asegura que aún queda mucho talento por potenciar.

Autora de la entrevista: Princesa Sánchez

Fotografías: Cristina Cortés