El Síndrome de la Cabaña
Hace dos meses aproximadamente todos tuvimos sensaciones de extrañeza ligadas a emociones de ansiedad, miedo, tristeza, etc. Llegaba el confinamiento a nuestras vidas; algo inédito jamás vivido. Todo fue muy rápido, intenso y extraño. Todo lo que no controlamos nos da miedo, nos asusta. Nuestra tendencia es pensar que aquello que ocurre lejos de nuestro país, nunca va a llegar a nuestras casas. Pero llegó. Estamos ante una pandemia, un estado de alarma y una crisis mundial. Y para hablarnos acerca de como superar estos miedos, hoy hablamos con Charo Lobato, psicóloga y terapeuta familiar, donde nos da una serie de consejos para afrontar esta nueva situación.
En pleno confinamiento muchos nos preguntábamos hasta cuándo tendríamos que estar encerrados y fuimos elaborando un duelo o despedida de nuestra libertad de movimiento, de nuestras relaciones y de todo aquello que formaba parte de nuestra rutina. Y nos hemos adaptado al cambio y hemos hecho del encierro una nueva rutina donde nos sentimos protegidos, a salvo de ese “virus extraño” porque si tiramos del refrán “como en casa en ningún sitio” todos nos sentiríamos representados.
El problema viene con la desescalada; cuando tenemos que salir de casa, pero nos da miedo porque no nos sentimos seguros. “El síndrome de la cabaña”, su nombre original “cabin fever”, fue descrito por primera vez en los años ochenta a través de varios estudios que se realizaron en Estados Unidos y Canadá. Concretamente, en estados rurales con inviernos muy duros donde los habitantes se confinaban durante largas temporadas y presentaban una serie de síntomas tanto en el periodo de confinamiento como en el momento de tener que salir de casa.
Este síndrome no está incluido en ningún manual de enfermedades y trastornos mentales porque no es una patología, sino que más bien constituye un conjunto de síntomas adaptativos a una situación que nos resulta peligrosa. Algo así como una reacción a algo que tememos. Nuestro cerebro, de alguna forma entiende que en la calle no estamos a salvo.
Como explicaba algunas líneas más arriba, todo lo nuevo nos asusta mucho; necesitamos un tiempo para adaptarnos y poder convivir con ello. Este virus sigue presente hasta que no busquemos fórmulas para hacernos más fuertes contra él.
¿Cómo superar esta desescalada?
Ahí van algunas recomendaciones:
El hecho de salir de casa a pasear o a comprar y encontrarnos con personas puede generar una serie de síntomas tales como ansiedad, agitación, irritabilidad, vértigo, etc.
-Lo primero y más importante es tratar de no entrar en pánico. Porque el miedo elevado o pánico es irracional y no nos deja actuar como solemos hacer en otras circunstancias. Recuerda el miedo nos ayuda a protegernos, el pánico no.
– Lo más conveniente es que vayamos retomando nuestra rutina de una forma gradual. Salir a pasear, comprar o ir a una cafetería en distintos días de la semana e ir exponiéndonos poco a poco a la “normalidad” de la calle. Recuerda usar todas las medidas de protección. Lo más importante es mantener la distancia.
– Evita en la medida de lo posible lugares muy concurridos.
– Sal a pasear en el horario que más cómodo/a te sientas. Comienza por paseos cortos y ve modificándolos a medida que vayas tomando más confianza.
– Somos capaces de adaptarnos porque tenemos recursos para ello; A lo largo de la historia, el ser humano ha tenido que adaptarse a muchas situaciones extremas y eso nos ha hecho más fuertes y capaces.
– Muy desaconsejable son los extremos. Por un lado, el temor que nos paraliza y nos dificulta salir de casa y por otro lado la rebeldía; saltarse las medidas de protección y pensar que “no es para tanto”. Es importante que sepas que esta situación requiere de mucha conciencia colectiva de respeto y civismo.
– Recuerda que para bien o para mal nada dura para siempre. Esta situación no es una excepción. También pasará. Ha tenido un inicio y tendrá un final.
Entre todos podemos conseguir una “normalidad” y una forma constructiva de hacer las cosas.
Es que hemos pasado momentos muy duros y hay quien ha encontrado en su casa, su refugio, su sitio de aislamiento frente al mundo y supongo que para ell@s salir ahora de esa zona de confort sea complicado.
Nosotros tenemos un caso cercano en la familia, una prima de mi marido, que la chiquilla ha pedido en la empresa seguir teletrajando, aunque le bajen el sueldo, porque ahora mismo no se ve con ganas de salir a la calle.
Es cierto que después de tanto tiempo encerrado uno puede ser un poco reticente a salir así de golpe y porrazo, y dejar su burbuja, digámoslo así.
En mi caso en concreto creo que ha sido al revés, me he tirado todo este tiempo en un apartamento muy pequeño y estaba contando las horas para poder salir a pasear y respirar de nuevo la calle.