De la pasión a la aversión sexual
Recientemente asistí a una interesante webinar, organizada por la Academia Internacional de Sexología Médica, sobre el estado actual del trastorno de aversión al sexo. En ella se trataba la aversión, considerada como uno de los extremos en el continuo que va desde la pasión, deseo, interés, indiferencia, rechazo y, por último, aversión con relación al sexo.
Las categorías que van desde la indiferencia a la aversión, pasando por el rechazo, son motivo de consulta y tratamiento clínico cada vez con más frecuencia, dada su disfuncionalidad. Diferenciarlas y conocer los tratamientos más adecuados en cada caso, es de importancia fundamental para su superación. El pasar de una de las categorías a otra de mayor gravedad es frecuente, si no tratamos el problema adecuadamente.
Un ejemplo de lo anterior, podría ser la indiferencia o el deseo sexual hipoactivo que en muchas ocasiones, ante la insistencia de la pareja en tener relaciones, puede desembocar en rechazo, o incluso, en aversión; no siendo ésta la única causa que puede motivarlos. A veces, a mis pacientes les pongo la comparación entre la falta de deseo sexual y comer sin apetito; aunque sea tu plato favorito. ¿Me explico?
En esta ocasión, lo que pretendo es hacer una llamada, dirigir la atención a uno de los factores que a menudo provoca el rechazo, la evitación a las relaciones sexuales en pareja y, que es precisamente el miedo a la frustración, la conocida ansiedad de ejecución. Tal es el malestar que se origina en este sentido, que se superpone al deseo, “disipándolo” o “conteniéndolo”; por expresarlo gráficamente.
Actualmente muchas personas mantienen relaciones sexuales con el afán, casi exclusivo, de que la pareja se lo pase bien. En eso se ha producido un cambio histórico. En el comportamiento sexual de épocas pasadas, era el hombre el que perseguía la obtención del orgasmo sin preocuparse del placer de la mujer, mientras que ésta se preocupaba de que su hombre disfrutara; ya que se partía de la creencia de que las mujeres no tenían sexualidad.
Hoy han cambiado los papeles y muchos hombres han interiorizado que son los responsables del placer orgásmico de sus parejas. La potencia masculina que se medía en el número de eyaculaciones que el hombre era capaz de hacer, ha pasado a medirse por el número de orgasmos que es capaz de producir en la mujer. Las frases marañonianas “no hay mujer frígida, sino hombre inexperto” y “la mujer es una guitarra a la que hay que saber tocar”, expresan el cambio acontecido. En palabras de M.L. Matheu: “el hombre se erige en conductor responsable del encuentro sexual y si no lo hace, la mujer más o menos solapadamente se lo va a exigir”. Y así se forma el caldo de cultivo de futuras disfunciones sexuales tanto de hombres como de mujeres. Pero, ¿quién dice que tiene que ser así? ¿Y por qué?
Los prejuicios a los que me referí anteriormente producen lo que llamamos “el rol del espectador”; o sea, cuando uno altruistamente está atento al placer del otro, se olvida de su propio placer, y no se permite disfrutar con la intensidad deseable. Es en este sentido, en el que se propone mantener una actitud “egoísta” en la relación; concentrándose en las propias sensaciones y aumentando la cantidad de placer de la misma.
Ser egoístas en la relación sexual significa ser activos, jugar alternativamente los papeles de sujeto-objeto, saber pedirle al otro lo que a uno le gusta. Eso no está en absoluto reñido con el respeto a las exigencias del otro, ni con la aceptación de lo que tu pareja te pide.
Lo negativo es cuando uno se pone en un papel exclusivamente egoísta y el otro en un papel exclusivamente generoso; aunque esto sea por elección propia. De esta forma es fácil que lo potencialmente placentero se convierta en presión, y eso no beneficia la respuesta ni el placer sexual.
Vivimos en una sociedad que nos dice lo que es deseable, en cuanto a estilo de vida, tiempos, status económico, tendencias, ocio, estética,…, ¿también en cómo vivir nuestra sexualidad? La sexualidad es algo personal e intransferible; cuyos límites pueden ser básica y exclusivamente el respeto y la salud. ¿Cuál es tu sexualidad ideal? La tuya; sí.
La sexualidad es una dimensión fundamental del ser humano basada en el sexo y que abarca otros aspectos como el género, las identidades de sexo y género, la orientación sexual, el erotismo, la vinculación afectiva y el amor y la reproducción.
La sexualidad es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales, éticos y religiosos o espirituales; y por tanto, todos ellos son responsables de la manera en que se experimenta y expresa.
Tener una buena sexualidad se considera, al menos en la sociedad occidental según las estadísticas, algo mayoritariamente deseable. El problema aparece cuando tratamos de concretar cuál es una buena práctica sexual. Pero, ¿tiene que ser la misma para tod@s? ¿Tienes algo que decir o hacer al respecto?
Para más información sobre este tema, podéis contactar conmigo en las siguientes reseñas:
Carmen Pérez Rojas
Psicóloga G. Sanitaria
Máster Sexología Clínica y Terapia de Pareja.
Tfno.: 657452442
La sexualidad en la pareja debe ser un tuya-mia sin importar cual debe ser el rol de cada uno, lo importante es saber disfrutarla en su máxima plenitud
Lo has resumido en pocas palabras; de eso se trata efectivamente, en mi opinión.
Desde mi punto de vista, creo que en el tema sexo, no deberíamos obsesionarnos y dejar que fluya con naturalidad porque de lo contrario, puede derivar en los aspecto que nos cuentan en el artículo.
Así es, dejar que fluya con naturalidad. Desgraciadamente obsesionarse origina un montón de problemas y sufrimiento. Lo veo en consulta cada día.
Comparto la opinión de Alejandra, el sexo no debe ser nunca una obsesión en la pareja, sino un conocimiento propio de nuestro cuerpo y del de la otra persona, porque así es como se llega al disfrute
Para disfrutar del sexo pleno en pareja hay que, por un lado dejar los tabues fuera y por otro lado que todo salga de forma natural, sino no tiene sentido
El articulo para mi dice una cosa muy importante, y es el saber pedirle a tu pareja lo que te gusta experimentar, este punto para mi es vital
Cuantos reparos y represiones seguimos teniendo con relación a pedir lo que deseamos en el sexo. Y cuanta insatisfacción se origina como consecuencia de ello.